"El fútbol da muchas vueltas" es uno de los más manidos tópicos referidos al balompié. En lenguaje caparrosiano "en fútbol se pasa de puta a monja en un segundo". Y partidos como el de anoche en Riazor alimentan esta idea. No sé a cuanto se pagaba la victoria sevillista al descanso (supongo que mucho) pero estoy seguro de que ninguno de nosotros se hubiera jugado un céntimo a que el equipo medroso e inofensivo que saltó al césped en la primera parte iba a dar, con uno menos, el recital que dió tras la reanudación y remontar el partido.
¿Qué pasó? Pasó que el Sevilla tenía en el banquillo al que probablemente la historia, con permiso de Daniel Alves, sitúe como el mejor jugador que vistió nuestra camiseta. Pasó que el entrenador, cuando lo vió todo perdido, soltó por fin amarras y lo puso en el campo quitanto al único futbolista que no aportaba nada en ataque (el otro, Maresca, ya se había quitado de enmedio él solito). Y pasó que el crack maliense dió una lección de fútbol para que el Sevilla diera la vuelta al partido, se trajera los tres puntos y se encaramara, de nuevo, en la segunda posición.
Con el 1-2 pudo pasar lo de otras veces. El Depor tuvo ocasiones clarísimas para empatar pero esta vez Palop paró lo imposible e hizo que los cambios de Jiménez, que fueron como siempre, lógicos y algunos un poco tarde, no le parecieran esta vez malos a nadie. Resultados ¿mandan o no mandan?
Hoy estamos felices y orgullosos de nuestro equipo, pero el fútbol continua dando vueltas...y el miércoles volvemos a Riazor. ¿Recordáis el partido contra el Villarreal?¿Estábamos contentos y orgullosos alquel día?¿Alguien sabe lo que pasó sólo cuatro días después? Por favor, que no se repita. Pero como digo siempre, hasta entonces ¡disfruten coño!
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